Tortura I
(Sobre el hombre)
Se prende de tus costillas el animal de los colmillos manchados y regurgita tu Nuez de adán sobre tu excremento. El atroz destino que te ha impuesto por su instinto, por ser de mayor tamaño, por comer tus crías y justificarse después con sus manos limpias. Así es la vida.
Tortura II
(Confianza ciega)
Le invité un trago, pidió un Gancia y yo quería que tome un Red Lavel. Le obligué a tomar lo mismo que yo mientras la tocaba, olía el penetrante hedor de su perfume. Lamía con mucha saliva su cuello, como queriéndome comer su piel marrón. No se quejó, hasta creo que le gustaba. Hablamos y reimos de mi erección mientras me acercaba su boca. Me pidió un cigarrillo y fue hacia el baño. Durante esos cinco minutos estuve pensando en cogérmela, sólo eso. Para cuando llegó, la abrí de piernas y la senté sobre mí. Me dijo si no quería pasar a la habitación, que realmente podía creer en ella. Agarré fuerte su mano derecha y me condujo a un cuartucho de dos por dos.
Le besaba las tetas, ella me hablaba de lo fuerte que estaba y me ayudaba con los pantalones. Le dije que fuéramos despacio, que me gustaba así. Que así había sido la última vez con mi novia.
Sentía la punta de su lengua por mi glande y ya confiaba en ella. Mi cabeza daba vueltas, demasiado. Hacía muchísimo que no fumaba flores. Estuvo arriba mío veinte minutos. Ella me dijo que acabara, que se nos acababa el tiempo para estar juntos.
Y le volví a preguntar:
¿Estarías con un hombre como yo? Calló.
No pude eyacular, ella me ayudaba a vestirme.
Le volví a preguntar ¿Estarías con un hombre como yo?
¿Podés salir solo?- dijo.
Tenía la pija más chica del mundo.
-Las ruedas no pasan por esa putísima puerta, ayudame por favor-.
Tortura III
(telemarketer)
Es martes, y no porque fuera martes (los lunes también lo pienso) pienso que mi vida es una sucesión de acciones voluntarias y matemáticas. Sino que simplemente es martes y recién pasaron dos horas. Faltan noventa minutos para el Break de cinco minutos y agoté los minutos correspondientes para el baño. No entro en la media de llamadas y utilizo un viejo procesador de textos para hablarme. “Buenas tardes, mi nombre es Fernando ¿En qué puedo ayudarle?
Tortura IV
(Anatomía)
Apagó la luz y fue a preparar mates. Pensaba.
El volvió al cuarto oscuro, desplegó sus argumentos para que callara y se tranquilizara.
Ella inmóvil, no pudo ver más que la humedad que brotaba por toda la pared blanca. Se desprendía de la Barbie pedacitos su de belleza, pedacitos de sus ojos y de su ternura. Alguien había muerto. Acabada la anestesia empezó a gritar –chorreaba baba roja imaginaria- y el dolor no era el fuego de los cortes longitudinales, sino era el espejo que colgaba de la pared. Le prendió la luz, cerró la puerta y se sentó a pensar.
Chupó unos matecitos bien calentitos. Agarró un criollito y se convenció: Esta pendeja lo único que quiere es tener el ojete parado.
Tortura V
(Se cayó del Alerce)
EL PEOR LUGAR NO ES ESTE, LES JURO. Es lo único que les digo por ahora. El peor lugar no es un lugar. El peor lugar es un espacio uniforme. Un espacio en el que no quisiéramos estar nunca aunque en éste reine la tranquilidad. Es intangible por momentos, es un momento, un segmento de espacio que ocupa tiempo. No es espacio, o sea que el peor lugar no puede ser una cárcel o una habitación (aunque a veces lo pensemos así) Es un espacio lineal sobre nosotros. Sobre nuestras cabezas, algo que realmente no podemos ver pero a veces imaginarnos que existe. Ese es el peor lugar, porque cuando lo encontramos estamos en el infierno. No en el infierno de Lucifer, esto no es sobre la religión. Ni se gasten en pensar en eso. Esto es sobre los humanos, porque el día en que se den cuenta de lo que hablo ya ni siquiera van a intentar comer, emborracharse y drogarse o enamorarse. El peor lugar es infinito y trágico, y esa tragedia te pone en jaque siempre que tenemos una estrategia armada. Es algo que evoluciona siempre para peor y eso, valga la redundancia, es lo peor. Porque nos envicia por momentos, nos estaca dentro de una órbita. Nos maneja y nos hace sentir una mierda o nos confunde. Y cuando recién se den cuenta de lo que hablo me darán la razón, de la cruel realidad, de la verdadera tortura.
Porque a veces, no sé si a ustedes les pasa, me gustaría dejar de pensar.